En unos minutos habrá una transformación radiante, que ella realizará con gestos suaves y frecuentes, pero que temblará en silencio, y no sólo por la elegancia de sus movimientos. Una acción que traslada a los presentes a otra dimensión. Testigos tras bambalinas. privilegiado.

Ve lento papá a la edad de 92 años para enfrentarse a sí mismo Bernardo Llorente en el centro del estudio de grabación de Télam, donde contará su vida, la vida de Alejandro, su hijo desaparecido. Hablará de su familia militar y “gorila”. En sus palabras se conjugan dolor, lucha, destellos de alegría y ejemplo y recorren casi medio siglo de historia argentina.

Pero antes, un gesto.

Guarda tu bastón, billetera y celular. Se instala frente al lente del fotógrafo Daniel Dabove. En el cuello lleva un collar de perlas y una diadema de plata con el emblema de las madres, que el estudio de vez en cuando ilumina y hace brillar aún más. Toma un pañuelo blanco impreso con el nombre de su hijo y la fecha en que fue secuestrado y desaparecido. lee: Madres de Plaza de Mayo, la línea fundacional. Alejandro M. Almeida. 17 de junio de 1975. El milagro volverá a suceder como un acto imperceptible que no deja de deslumbrar. Taty coloca un triángulo de tela blanca sobre su cabeza erguida, uno de los extremos cae hacia atrás sobre su cuello, mientras toma los otros dos extremos entre sus dedos para dibujar un nudo que enmarca su rostro con el mayor símbolo de dignidad y coraje que tiene. dado ella nacimiento en este país

Durante la hora del cuento, contará la historia de un pañuelo con historia.

Se sienta, cruza las piernas con la gracia de una bailarina, y sus manos se convierten en las protagonistas, moviéndolas al ritmo de su discurso claro. Taty es una maestra jubilada, y esta profesión lo abarca todo, incluido lo inimaginable del horror. evoca Hay una pedagogía de la memoria cuando su poderosa voz inevitablemente sumerge a la improvisada audiencia del estudio de no más de cinco personas en una escucha embelesada. El privilegio de un momento que penetra profundamente mientras Lidia Stella Mercedes Mia Uranga de Almeida, Taty, habla de esperanza y sonrisas. También habla del futuro. Trae consigo un pasado que es de todos y señala el camino a seguir como cualquier madre que nunca ha detenido la larga marcha del amor que comenzó hace más de 45 años en la Plaza.

Taty se ríe mientras toma su teléfono para leer el eslogan de la movilización del 24 de marzo de este año (“Memoria, verdad y justicia para defender la democracia. Corporación de Justicia Nunca Más”) y la música de la película Rocky irrumpe de repente desde su celular. Reír en voz alta.

Nadie puede dejar de mirar porque es un poderoso huracán empujando la historia. Recuerda que Alejandro trabajó en Télam Hace 50 años. Hay placas con su nombre en las entradas a los edificios Belgrano y Bolívar. Hay un total de tres placas, las otras dos con los nombres de Célica Élidy Gómez Rosano y Héctor Jesús Ferreiros, trabajadores de agencias desaparecidos.

Las acciones de papá nunca fueron despreciadas. No había madre. O alguna abuela.

En diálogo con Llorente, revela tres anécdotas que revelan su coraje y moderación.

Por la mañana llamó a la casa del ex general santiago riverosencargado de la comandancia de institutos militares durante el terrorismo de estado, condenado por crímenes de lesa humanidad, para averiguar la suerte de Alejandro.

O cuando se topó con el mismísimo Judas en el bus 59 ese día alfredo astiz Se sentó a unos metros de ella. Papá no se quedó callado.

Lo mismo sucedió cuando vio a un viejo conocido parado en la esquina de la Avenida Santa Fe en Buenos Aires: Albano Harguindeguy, un ex general que fue ministro del Interior del genocida Jorge Rafael Videla. Papá no se quedó callado. Asomó su cuerpo por la ventanilla del auto de su amiga en el que viajaba y le gritó: “Mírame, mírame, soy Tatita, hijo de…”

Taty dice: “Nunca tomamos la justicia por nuestra propia mano, pero yo brindé estas alegrías..

Ella ríe con un pañuelo blanco, piernas cruzadas, manos delicadas y la elegancia de una mujer desafiante. “Sé que Alejandro está muy orgulloso de mí. Así es como es.

Hola, me llamo Martina Mercier y soy una escritora independiente de 28 años. Me crié en una pequeña ciudad rural en el sur de los Estados Unidos, donde crecí rodeada de los paisajes campestres. Desde una edad temprana, sentí una profunda pasión por la escritura. Me encanta contar historias, explorar el poder de las palabras y descubrir nuevos mundos.

Mi escritura se ha publicado en varias revistas locales y sitios web. Me siento particularmente orgullosa de mi último trabajo, una novela sobre los desafíos de la vida moderna. Actualmente, estoy trabajando en mi próxima obra literaria.
Martina Mercier

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