En la audiencia del juicio oral y público a que fue sometido, Balbuena -más de sesenta años- nunca levantó la vista para mirar el rostro del exdirector de la agencia Walsh y de cualquiera que fuera su amigo, Rodolfo Grinberg.
Al testificar ante el tribunal, Grinberg dijo que el agente federal pretendía estar “del lado del pueblo, cuando en realidad estaba en contra”.
Balbuena se desempeñó como un activo periodista en la popular agencia “Rodolfo Walsh” desde 2002 hasta 2013, cuando se descubrió que también era miembro del llamado Cuerpo de Investigaciones de la Policía Federal.
Luego de una larga investigación, el caso finalmente llegó a los tribunales el 14 de marzo de este año, y el debate estuvo a cargo del juez Daniel Rafecas.
El 31 de marzo, Balbuena, junto con sus exjefes de la policía federal Alejandro Sánchez y Adolfo Ustares, fueron declarados culpables de incumplimiento de los deberes de funcionario público y fueron condenados a dos años de prisión condicional.
Los querellantes actuantes en el caso fueron Carlos Stornelli y Ariel Quety, y los representantes nacionales por FITU fueron Myriam Bregman, Matías Aufieri, Liliana Mazea y Carlos Platkowski por parte de la denuncia.
El papel de un periodista es incompatible con el trabajo policial en virtud de la Ley Nacional de Noticias.
Las asignaciones de inteligencia de Balbueno
Agencia infiltrada, espía estuvo a cargo de entrevistas con miembros de organizaciones sociales como la Asociación de Familiares de Ex Presos Desaparecidos, partidos políticos y organizaciones estudiantiles como la Federación de la Universidad de Buenos Aires (FUBA).
Según el propio Grinberg, Balbuen ingresó a la agencia de noticias porque se conocían de San Martín y se reencontraron mientras estudiaban periodismo.
Esto se ganó la confianza del policía y Hizo un llamamiento a las organizaciones populares que estaban en pleno apogeo en 2002 tras el estallido social que había derrocado al gobierno de Fernando De la Rúa el año anterior.
El expediente finalmente fue saltado, gracias a la información que le proporcionó a Grinberg la periodista Miriam Lewin, y allí se enfrentó a Balbuena.
“No podía creerlo porque era mi amigo. Toda la familia lo considera un amigo. Lo invito a mi casa y lo confronto y su respuesta no fue positiva, pero la mirada en su rostro me demostró que era cierto que se había infiltrado y estaba haciendo el trabajo de su inteligencia”recordó Grinberg.
La relación del oficial con la familia y los amigos de Grinberg y los miembros de la Agencia Walsh era muy estrecha. Compartieron de todo, desde parrilladas y cumpleaños hasta asuntos personales.
Cada testigo en el estrado enfatizó que el policía que se hacía pasar por periodista siempre tenía “tiempo” y “estaba en todas partes” donde se realizaban marchas y manifestaciones.
Esto fue sorprendente porque la agencia no tenía fines de lucro y se dedicaba esencialmente a la actividad militante, pero Como coartada, Balbuena aseguró que trabajaba con su hermana en una empresa maderera, lo que le reportaba ingresos y provisiones temporales.
Grinberg explicó a Télam que eran familiares de la pareja de Balbuena, quienes no sabían que en realidad Américo era policía.
“Manchó mis recuerdos”
“Me contaminó la memoria, absolutamente, no puedo ver un video de mi hija de 15 años porque él (Balbuena) está ahí. Es lamentable, es una memoria borrada. Con todo el asunto de la corte, los recuerdos que tengo subió enterrado”, dijo.
Uno de los mayores problemas para los miembros de Walsh es “facilitar” el acceso de Balbuena a las organizaciones populares que querían ayudar.
Un exintegrante de la agencia, Oscar Castelnuovo Télamu, enfatizó que “hubo una directiva del Estado-nación” y que los representantes políticos están “en la dirección del Estado”.
Espías “hay en todas las organizaciones populares, nosotros, que éramos menos de diez, teníamos uno”, concluyó el periodista.
Para Bregman, la sentencia representó un reconocimiento de la existencia de espionaje ilegal y demostró que no se trata de “personas independientes y aisladas que van más allá del deber”.
“Esta sentencia, que incluye a dos jefes de Balbueno, es una demostración de que no hay cuentapropistas. Hay organismos que el Estado argentino tiene a disposición de los gobiernos que tienen el deber de hacer espionaje político”.explicó el abogado querellante a Télam.
Durante el juicio de Comodoro Py, tres ex policías declararon y dieron diferentes razones para su trabajo.
de su lado, Ambos jefes de Balbueno afirmaron que “no estaban al tanto” de sus funciones en la Oficina Federal de Investigaciones, y el periodista espía, por otro lado, afirmó que usó su trabajo en Walsh como una “pasantía no remunerada”.
“Cuando dije que mi trabajo como periodista era un pasatiempo, lo dije como una pasantía no remunerada, para tener en mi currículum y poder ejercer después de jubilarme. No lastimé a nadie, a ninguna de las personas (que fueron entrevistadas) salió lastimado”, dijo un policía que nunca reveló esta información a sus colegas de la agencia de inteligencia.
A pesar de estas declaraciones y de varios testigos presentados por la defensa para señalar las “buenas relaciones” entre el órgano de investigación y las organizaciones sindicales y sociales, los tres ex policías fueron declarados culpables.
Griberg aseguró a Télam que no volvió a ver a Balbuena hasta la fecha del juicio, diez años después.
“Después de que lo enfrenté, no lo volví a ver, se mudó y tuve miedo de entrar por la puerta de su casa en San Martín. No pudo haber pasado nada, pero fue algo irracional”, dijo.
En cuanto a la sentencia, Grinberg dijo que “es una pequeña victoria” que “el estado reconozca el cuerpo de espionaje y su existencia”.
Bregman, por su parte, también enfatizó que el juez Con su fallo, Rafecas “ratificó” la existencia de espías y “encomendó al Congreso evaluar la organización en la que trabajaba Balbuena”.
También señaló lo difícil que fue llegar a un juicio oral, más de una década de espera, en un caso que contó con testigos y pruebas, señalando que fueron “diez años obtenidos por espionaje ilegal”.
La agencia Walsh fue disuelta dos años después del descubrimiento de Balbuen, ya que sus miembros se fueron por temor a represalias de las fuerzas de seguridad por su trabajo periodístico.
“Uno tiene que seguir con su vida y seguir viviendo, tratar de seguir participando socialmente, que es lo que más me interesa”, concluyó Grinberg.