El Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba abrió este miércoles el juicio a tres exmiembros del departamento de inteligencia 141 del Ejército por crímenes de lesa humanidad cometidos en 1979durante la última dictadura cívico-militar, en perjuicio de tres víctimas.

hubo victimas José Jaime Blas García Vieyra, Nilveo Teobaldo Domingo Cavigliasso (ya fallecido) y Rubén Amadeo ‘Pocho’ Palazzesiquien murió después de repetidas torturas y su cuerpo fue carbonizado en un automóvil, simulando un falso intento de fuga.

Barreiro, alias “Nabo”, es condenado por delitos cometidos durante la dictadura y su caso es desató el movimiento militar insurgente “carapintadas”. en la Semana Santa de 1987, durante el reinado Raúl Alfonsíncuando el 14 de abril del mismo año se negó a declarar ante la justicia de Córdoba por crímenes de lesa humanidad.

La guarnición del Tercer Cuerpo de Ejército en Córdoba, al que pertenecía, se sublevó y exigió el cese de los juicios a los represores, lo que derivó en el traslado de la rebelión el 16 de abril a Campo de Mayo, encabezada por el entonces coronel Aldo. . Rico.

Hasta entonces, la ley de “El último punto” (en 1986), que establecía la caducidad de la acción penal para los inculpados de crímenes de lesa humanidad que no fueran citados dentro del plazo establecido por esta norma.

Pero con la rebelión de las carapintadas, los mandos inferiores del ejército (oficiales y suboficiales) se declararon libres de cualquier acusación, argumentando que habían obedecido órdenes que no podían rechazar.

Después de cuatro días de angustia, los rebeldes renunciaron a su posición luego de que el gobierno se comprometiera a hacer cumplir una ordenanza que contemplaba sus demandas. El anuncio del fin del levantamiento -que volverá a repetirse- lo inició en ese momento Alfonsín, quien desde los balcones de la Casa Rosada pronunció la histórica frase “Felices Pascuas, la casa está en orden”.

Luego, en junio de 1987, la Ley de “Obediencia Debida” que benefició al ejército rebelde.

En 1989 y 1990, el entonces presidente carlos menem fue más allá y concedió amnistía a soldados condenados por los crímenes de la dictadura y miembros de organizaciones partidistas.

Once años después, en marzo de 2001, un juez federal Gabriel Cavallo dictó la inconstitucionalidad de las leyes de punto final y obediencia debida y luego instancias judiciales posteriores, hasta la Corte y el Congreso, ratificaron la nulidad de todas estas normas, dejando el camino libre para los juicios a los responsables de crímenes de lesa humanidad que continúan hasta el día de hoy.

La audiencia de este miércoles en Córdoba comenzó con una descripción de cada uno de los imputados, que participaron desde sus casas a través de la plataforma digital Zoom, en la que debieron responder preguntas rigurosas sobre identidad, conformación familiar, detalles de su ciudad de residencia y si padecía problemas de salud, situación que comprometía a los tres en diferente grado y gravedad.

Descripción en primera persona de la detención ilegal

Luego tomó la palabra Cristina Guillén, esposa de Palazzesi.

“Estábamos en plena dictadura, sabíamos lo que eso significaba, es decir. desaparición o muerteporque durante la dictadura pasaba a diario, salvo que la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) venía en el 79, pero no importaba”, lamentó Guillén, quien también fue detenido ilegalmente. y condenó que fue torturada.

Su historia se basó principalmente en su secuestro, sus días en prisión y lo que aprendió sobre la situación de su esposo.

Tras el secuestro de Palazzesi, Guillén relató que fue a casa de sus padres con sus tres hijos pequeños, entonces de 5, 3 y 1 años, y que la estaban buscando (el ejército) en esa casa de Córdoba y la llevaron a su padre.

“Mi padre sale con 5 pesos en el bolsillo para tomar un taxi y volver porque según él era alfonsinista, no tenía nada que ver con nada, no era peronista, pero lo tuvieron preso tres años. dijo la mujer.

“Nos llevan al D2 (un centro secreto de detención en el centro de la ciudad), allí nos torturan, nos amenazan con los muchachos, mi papá me dice que le disparan en la cabeza como parte del interrogatorio”, continuó. Guillén, quien dijo que luego fue trasladada al penal de Devoto en la ciudad de Buenos Aires.

Así lo explicó Después de haber sido detenida ilegalmente en 1979, fue liberada en 1984. y en su descripción dijo que además del reloj que traía puesto al momento de su detención, el “ejército” robó el dinero que ella y su esposo tenían por la venta de la camioneta.

Además de detallar las precarias condiciones de la celda en la que vivía, en la que le daban una lata de leche vacía para hacer sus necesidades, “fue terrible, pero lo conseguimos”, dijo.

Guillén se conmovió al recordar que su hijo de un año le “negó los brazos” cuando su familia pudo visitarla luego de tres meses de aislamiento, en ese momento no contuvo sus emociones y continuó su relato entre lágrimas.

Guillén fue seguido por su cuñada Stella Maris Palazzesi, viuda de Cavigliasso, quien también fue secuestrada y retenida en secreto entre 1979 y 1982.

En su presentación, contó que el Ejército vino a buscar a su hermano Rubén y que le dijeron “revisaremos su casa para ver a su hermano”.

“Todas las noches pasaban por mi casa, con carros, tiros, así constantemente, todos los días; no teníamos teléfono y no podíamos ir a comprar porque teníamos miedo”, recordó Stella Maris, quien explicó que se enteró sobre el secuestro de su hermano en la radio.

A los pocos días volvieron y se llevaron a su marido: “Abrió la puerta y empezó a golpearlo, vino un tipo gordo con traje azul, cabeza ovalada, bigote y pelo negro y me tapó con una almohada para que no viera”. o escuchar”.

“Mis tres hijas estaban allí y yo estaba preocupada por ellas, y por suerte la más pequeña no se dio cuenta y las otras dos estaban al lado mío. Cuando se fueron, los tres nos juntamos a llorar y pensamos: ‘¿Qué estamos va a hacer ahora?'”, aseguró en su relato.

Explicó que luego se mudó a la localidad de Oliva, a unos 90 kilómetros al este de la capital, a casa de sus padres donde se sintió “más en paz”.

Indicó que también la siguieron hasta allí hasta que un día llegó un policía local y la detuvo.

Así comenzó su camino, pasó por el penal de San Martín en Córdoba y luego de una larga estadía en prisión dijo que “el 24 de diciembre de 1982 salí en libertad por falta de méritos. Estuve 4 años sin mis hijas, lejos de mi familia”.

“Era como decir ‘estábamos enfermos en las Malvinas y dejamos ir a las mujercitas'”, dijo, y agregó: “No fue fácil reformar la familia, pero volvimos a casa, buscamos otro trabajo, yo ayudó a Theo (Cavigliasso) en el taller, salió en julio o agosto del ’83”.

El juicio continuará el próximo miércoles 15 con la declaración de otros testigos presentados por la acusación, integrada por el chambelán Julián Falcucci, María Noel Costa y José Fabián Asís.

La acusación está a cargo de los fiscales Carlos Gonella y Facundo Trotta, los acusados ​​son representados por los abogados defensores oficiales Rodrigo Altamira y Natalia Bazán.

Hola, me llamo Martina Mercier y soy una escritora independiente de 28 años. Me crié en una pequeña ciudad rural en el sur de los Estados Unidos, donde crecí rodeada de los paisajes campestres. Desde una edad temprana, sentí una profunda pasión por la escritura. Me encanta contar historias, explorar el poder de las palabras y descubrir nuevos mundos.

Mi escritura se ha publicado en varias revistas locales y sitios web. Me siento particularmente orgullosa de mi último trabajo, una novela sobre los desafíos de la vida moderna. Actualmente, estoy trabajando en mi próxima obra literaria.
Martina Mercier

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